Así fue entonces como se adentraron en uno de esos espacios lleno de escaños, lleno de tranquilidad y de la paz que se necesitaba para contemplarla como su encanto ameritaba....
Miró sus ojos, acarició su cabello, tomó sus manos... (son esos momentos que no quieres que pasen rápido) y entonces finalmente reafirmó que su teoría era cierta: "La felicidad no necesariamente implica algo material" De hecho fueron momentos intensos, momentos de felicidad, momentos que se quisieran tener todos los días sin restricciones.
Ella, hermosa como siempre, con una mirada de dulzura que lograría conjurar la amargura y hostilidad del mismísimo belcebú, lo transportaba a un estado fantástico, casi irreal, que acompañado con el silencio del entorno hicieron el marco perfecto para este momento. Disfrutaba verla, oír cada una de sus palabras, tratar de interpretar sus movimientos, sus gestos... fue allí cuando después de aquel mágico momento:
por fin se despejaron sus dudas:
La felicidad para él tiene nombre propio, y empieza por V.
